“Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado.” (Isaías 26:3, RVR60)
Pacífico... quieto... gozoso... confiado… no son las primeras palabras que se te vienen a la mente cuando te encuentras entre domingos con algunos cristianos. Hay una brecha importante entre la paz teórica y la experimental… entre entender la promesa y sentirla… entre ser un imán que atrae a Cristo y un tropiezo que repela.
Lo triste…
Podemos explicar cómo judicialmente (posicionalmente) llegamos a estar "en Cristo." Pero a veces, no somos, por nuestra manera de ser, un buen ejemplo para que otros nos quieran acompañar.
Aquella intranquilidad persistente, como un río de agua hirviendo que corre en nuestras venas, proviene de un problema de fondo irresoluto. La perfecta paz que Dios promete le pertenece únicamente al que "ha confiado.”
Mientras no toquemos fondo y le digamos, “Señor, lo que tú quieras," no habrá paz en cuanto a que si estamos en su perfecta voluntad o si seguimos insistiendo en que él bendiga la vida que nosotros nos hemos hecho.
Como el antiguo himno: "Haz lo que quieras de mí, Señor; Tú el alfarero, yo el barro soy." Esa es la puerta al camino de la paz perfecta.
Pero ten cuidado... es la única.
Muchas gracias por traducir ahora ya puedo participar y aprender más les mando un fuerte abrazo. Bendiciones.