Muy divertido siempre… pero con una salvedad: No porque la pasamos bonito, quiere decir que todo está bien.
Que yo recuerde, nunca me ha tocado una sobremesa desagradable. Y menos, una que haya terminado en golpes. Siempre ha sido refrescante convivir con los demás en la mesa, con una segunda taza de café en la mano.
Sin embargo… la algarabía, una comida rica, y mucha risa no son más que nuestra droga preferida… si solo hay eso y nada más.
Los que hacemos discípulos manifestamos una faceta particular de la madurez espiritual. Estamos conscientes de nuestro lugar en la mesa. Lejos de sentirnos insatisfechos con el buen rato que se vive, disfrutamos el momento tanto como los demás… pero con esta diferencia… esperamos con paciencia alguna puerta abierta para hablar de algo más que puras nimiedades. Una tragedia personal, un temor, una duda, alguna confesión honesta, o una pregunta directa sobre Dios, Biblia, o Jesús no contestamos con chistes y chismes.
Entre las primeras semillas sembradas para formar una iglesia y el buen fruto de un discípulo adiestrado para ser a su vez hacedor de discípulos, hay varios posibles tropiezos en el camino.
La gente puede decir que pertenece a Cristo aunque no
La gente puede saber menos de la Biblia de lo que alega
La gente que le pertenece a Jesús puede batallar con un pecado particular.
La gente hundida en dolor puede sentirse aun más sola entre la muchedumbre.
La gente que promete obedecer a Jesús lo puede negar cuando comienza a costar demasiado.
Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre. (Juan 2:24-25, RVR60)
Jesús no fue ni cínico ni pesimista… sino perfectamente realista. Sabía con qué lidiaba. Eso mismo le sirvió más tarde cuando un día clamaban, ¡Hosana al Rey! y a los 8 días, ¡Crucifíquenle!
Si somos realistas, es porque nunca nos olvidamos de lo que somos sin Cristo. Si somos realistas, nada nos agarra en curva… nada nos decepciona. Tratamos con seres humanos — criaturas tan imperfectas como nosotros.
Los humildes hablan amor toda vez que encuentran un corazón abierto… sea en un plataforma ante cientos de oyentes o al lado de uno solo.
Goff, Bob. Live in Grace, Walk in Love (p. 107). Thomas Nelson. Kindle Edition. (Traducción por GGS)