Durante la mayoría de nuestros años en México, “iglesia” tomaba lugar en nuestra casa. Cuando crecía un grupo en número, la rutina dominical empezaba los sábados. Se tenía que convertir la casa en salón de estudios—sala, comedor y cocina para los grandes… recámaras para los chicos… el baño al fondo servía de cuarto de meditación para el perro. Luego del tiempo de estudio y compañerismo, se requería lo que restaba de la tarde para que la casa quedara nuevamente como casa.
“Intimo” carece de fuerza para describir esos domingos. ¡Fueron los mejores de los tiempos! Nos despejaron la mente y pulieron nuestro concepto de lo que es la verdadera obra del Señor.
Aprendíamos… mis predicaciones—que según yo, eran tan elocuentes y apasionadas—no movían al rebaño a remar todos juntos al ritmo que demandaba. Tampoco les limaban las asperezas y decepciones de la vida simplemente porque me prestaban más atención.
Aprendíamos… el verdadero trabajo de hacer discípulos requiere el cultivo de buenas relaciones personales… y no se cultivan esas relaciones desde un púlpito.
La exposición confiable de la Biblia es primordial… alguien lo tiene que hacer. Sin embargo, el púlpito trae consigo sus propias limitaciones. Primero, hay un peligro cuando una autoridad excesiva descansa sobre los hombros de un sólo hombre. Luego, un énfasis excesivo en el ministerio de púlpito conduce a un alejamiento—lento pero seguro—del enfoque primario de invertir en las relaciones personales… tanto en la creación de nuevas amistades como en el cultivo de los que a penas se están formando como discípulos.
Todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas. (Mateo 13:52, RVR60)
Lástima… esperaba algo más organizado y eficiente… como un video instructivo de Youtube. Pero, el Señor Jesús lo planteó de otra manera.
Manejar el tesoro—la Palabra De Dios—requiere que hablemos como conviene toda vez que la usamos… con las palabras propias… en la medida propia… en el momento propio.
El hombre se alegra con la respuesta de su boca; Y la palabra a su tiempo, ¡cuán buena es! (Proverbios 15:23, RVR60)
Por lo tanto, nuestro método de trabajo consiste en ser flexibles… casi subversivos… con un ojo fijado en la meta final… una dependencia contínua de la dirección del Espíritu… paciencia para guiar por empujoncitos y no a puñetazos… y un deseo ardiente de formar relaciones cada vez más estrechas.
Hacer discípulos es un trabajo arduo. Humilla y desafía a los que hacemos discípulos. El proceso completará nuestra formación como amigos, condiscípulos y mentores… como jamás lo podrá hacer nuestro uso del púlpito.
No hay nada más gratificante en la vida que estar presente cuando otros descubren a Jesús y se someten a su señorío… aun ante la resistencia de parte de familia y amigos.
Sobremesa… nuestro tiempo para destacar. ¿Cuentas con una mesa… un par de sillas… una cafetera… una Biblia… un prójimo que no conozca a Dios?
¡Invita a un café… ora por los tiempos de sobremesa que te tocarán próximamente!
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Muchas gracias Greg y Carol abrazos y bendiciones