“Todos los problemas de la humanidad se derivan de la incapacidad del hombre para sentarse quieto en un cuarto solo.” -Blaise Pascal, 1654
¿Hemos abrazado esta temporada de ”solo”? No debemos aplazarlo ni eludirlo. Hay cosas que aprender aquí que en otras temporadas no las veremos. La meta es hacer el traslado de “solo” a “inmerso en un océano de amor.” Me refiero a la llenura de Dios en lo más profundo de nuestro ser. La única forma de tratar con nuestra soledad es encararla en un espacio sólo y quieto. Buscamos una experiencia dinámica de Jesús en nuestra alma. Queremos saber que sobreviviremos, aun sin apoyos adicionales si es necesario.
Al principio la pérdida nos deja hundidos.
Cuando Linda murió, me agarraron unas reacciones que no me había esperado. Cada decisión importante en la vida la habíamos tomado juntos… en especial, el momento de abrazar el Evangelio, nuestra entrega al ministerio de la Palabra, y el traslado a Latinoamérica. Y ahora, ¿Quién es Greg sin Linda? Me sentía inquieto—desarraigado casi… un futuro incierto con todas las opciones en la mesa nuevamente. No fue una lucha larga, pero, sí, me costó un tiempo para resolverla. Terminé convencido de que amaba a Jesús como siempre—aunque sin Linda a mi lado. De ahí, no fue difícil recoger todas la opciones que contemplaba y someterlas nuevamente al esquema de una vida Cristocéntrica.
Cuando Carol murió, pude brincar ese paso. Sin embargo, la sensación de hundido regresó. Amaba a Carol, e increíblemente, ella me amaba a mí. Fue una verdadera amistad… un nivel de camaradería y compañerismo espiritual que nunca dimos por sentado. Le encantaba leer en voz alta. Su lista de autores favoritos incluía a Tim Keller, Eugene Peterson, Dallas Willard, y John Piper. Era mi porrista cuando escribía, y cuando salía a correr. Seis años—un regalo divino. ¿Qué haré ahora sin todo eso? La respuesta me llegó en las palabras con que Carol compartía nuestro testimonio: “Un hombre no es una solución. Ningún hombre puede llenar el vacío en nuestra alma. Solamente una relación sólida con Dios lo hará.”
(Y a los hombres, yo les decía, “Una mujer tampoco es una solución—por la misma razón.”)
Aun en la soledad aplica el refrán: “no hay mal que por bien no venga.”
Nuestra pérdida nos obliga a aceptar un espacio de reflexión y descanso. En mi caso, una fatiga debilitante decidió por mí. Aprendemos lo que muchos rehusan aceptar mientras no se vean acorralados sin más opciones. Es tiempo de retroceder—al menos, por un rato. Es hora de soltar algunas cosas. Es hora de delegar. Es algo que ya hubiéramos contemplado hace tiempo. Hasta podría ser una oportunidad excelente para un sabático. ¿Quién no comprendería lo conveniente de hacerlo ahora? ¿Qué tal si descubrimos el gozo de aventuras inesperadas mediante la mano providencial del “Dios de Todo Detalle”—aun en nuestra vejez?
Pocos de nosotros tenemos derecho a criticar a un octogenario en la Casa Blanca que se resistía a dejar su campaña de reelección, a pesar de muchas negativas en su contra. Era obvio que no le iba a ser fácil aguantar ni la campaña ni otra jornada de 4 años. Tristemente, muchos pastores no se portan mejor que él. ¿Qué? Tenemos miedo de que no nos vayan a extrañar? Como diría mi nieta: “¡Supéralo!” No somos indispensables. Ya tomamos nuestro turno. Seguirán bien nuestros rebaños sin nosotros—o no. Como sea, se acabó nuestro tiempo para corregir errores o ajustar la dirección que llevan. Seremos un retrato en el vestíbulo y una memoria placentera… hasta que los que nos conocían también se hayan ido.
La temporada de soledad puede rendir fruto placentero.
El funeral de Carol se llevó a cabo en octubre del 2023. En el noroeste del Pacífico, los días de noviembre son cortos. Las primeras horas de la mañana transcurren en la oscuridad. Me las pasaba ahí, observando al gato Molly junto a la chimenea, preguntándome en qué momento moriría por una combustión espontánea. Aquí también fue donde empecé a conocer mejor a esta amiga—la soledad.
Fue el arranque de un paseo único… sentado en la oscuridad, junto a la chimenea, y la palabra “SOLO” gritándome a los oídos. Ya ves… “solo” no es lo mismo que “quieto”… ni cerca. Me hacía falta moverme de “solo” a “solo-y-quieto.” Ponerme quieto siempre me ha. costado trabajo. Pero, sabía que valdría la pena el esfuerzo. Así me pondría en posición para pasar de “solo-y-quieto” a “quieto-y-no-solo”… descubriendo una comunión quieta y tranquila con el Señor… solo él y yo… en un rincón oscuro de una casita oscura, junto a una chimenea, con un gato medio frito. Esta es la experiencia viva con Jesús que a todos nos hace falta. Es la única fuente de alivio y restauración para nuestras almas.
Nuestra alma repuesta y profundamente refrescada en la presencia de Dios será el bien más valioso en nuestro haber para seguir ministrando a las ovejas del Buen Pastor.