Recordemos…
ELIE WIESEL, sobreviviente de Auschwitz y ganador del Premio Nobel de la Paz, murió en 2016 a sus 87 años de edad. Uno más que se fue… una voz menos para recordarnos de lo que no conviene olvidar. En su caso, fue el Holocausto de los Judíos bajo Hitler.
El Sr. Wiesel nació en Transilvania, que ahora es parte de Rumania. Tenía 15 años cuando él y su familia fueron deportados por los nazis a Auschwitz. Murió su padre a su lado en un campo de exterminio. Su madre y su hermana menor murieron en las chimeneas de Auschwitz.
Experimentó lo impensable. Después, se le encendió ese ardor de no permitir que el mundo olvidara lo que sucedió… ni tampoco a los que perecieron. Levantó la voz a lo largo de su vida en contra de semejantes atrocidades. Al aceptar el Premio Nobel, reafirmó:
La neutralidad ayuda al opresor, nunca a la víctima. El silencio anima al atormentador, nunca al atormentado…
Dondequiera que los hombres y las mujeres sean perseguidos por su raza, religión u opiniones políticas, ese lugar ha de ser—en ese momento—el centro del universo.” LA NOCHE por Elie Wiesel
Siempre habrá injusticias y atrocidades. No podremos alterar el curso de la historia. Sin embargo, como seguidores de Jesucristo, nos toca reflexionar.
La vida cristiana normal puede incluir persecuciónes y cárceles. Acaso, ¿sólo al Apóstol Pablo le iba a tocar? El mismo nos exhorta en una de sus cartas en la Biblia: “Recuerden que estoy preso.” (Colosenses 4:18)
Cuando el testigo ha sufrido, ha sido preso, y ha experimentado tanta pérdida, sus palabras pesan más.
Nuestra oración por los presos y oprimidos ha de ser: “Ayúdanos Señor a no olvidarlos y a orar por su salvación y liberación.”
“Acuérdense de los presos, como si ustedes mismos estuvieran presos con ellos, y también de los que son maltratados, como si ustedes mismos fueran los que sufren.” (Hebreos 13:3 RVC)
Nuestra oración por los creyentes perseguidos y presos ha de ser: “Señor, manténlos firmes… úsalos para que fluya tu evangelio a donde más falta haga.”
La oración por nosotros mismos ha de ser: “Señor, vivimos para recordar al mundo de lo que no conviene olvidar. Enciende en nosotros ese ardor de levantar la voz para contar las maravillas del evangelio. Tú nos has provisto una salvación eterna mediante el sacrificio del Hijo. ¡Permite, Señor, que la prueba de nuestra fe nos dé autenticidad y haga que nuestras palabras pesen más!”
Recordemos:
La luz del evangelio puede brillar en los rincones más oscuros del mundo. Como en el caso del Apóstol Pablo… se le puede encarcelar al mensajero, pero, ¡nunca al mensaje!
“Esa es la orden que el Señor nos dio, cuando dijo: »“Te he puesto como luz para las naciones, para que lleves salvación hasta los confines de la tierra.”»” (Hechos 13:47 RVC)