Reflexión
¿Hasta qué punto son perjudiciales las expectativas con las que nos cargamos? Esto se complica para mí. A veces, temo que mis expectativas sean autoimpuestas—y no reales. Soy débil, lento y tonto en un día cualquiera. Ahora, ¡échale encima el duelo! A veces es difícil estar seguro de que no estoy actuando según algo que he creado en mi propia cabeza. ¿Estoy realmente en sintonía con la realidad—especialmente con las expectativas de Dios?
¿Cómo nos definimos a nosotros mismos? ¿Discernimos bien entre tradiciones dudosas y la esencia bíblica del ministerio? ¿Resistimos la presión del pensamiento grupal, sobretodo, cuando el grupo consiste en colegas de nuestro propio círculo? ¿Nos estamos encaminando bien para ser lo que Dios quiere que seamos durante el resto de nuestro viaje terrenal?
¿Está siendo nuestra gente bíblicamente realista sobre lo que es y lo que hace un pastor? ¿Cuáles de sus expectativas impiden nuestra sanación y crecimiento espiritual?
Proactividad
Sabemos cómo es la proactividad. Cualquiera que haya venido a Cristo porque vio el futuro y eligió prepararse para él ha demostrado sabiduría alimentada por el Espíritu. Sin embargo, parece haber un cortocircuito en nuestra proactividad cuando se trata de otras expectativas muy legítimas e igualmente ordenadas por Dios:
¿Y si de repente nos quedamos solos?
¿Y si de repente nos quedamos incapacitados?
Si estamos envejeciendo como Moisés, ¿dónde está nuestro Josué?
¿Disponemos hoy de un círculo íntimo de apoyo?
El simple hecho de estar en el ministerio no nos hace lo suficientemente fuertes como para aguantar una tragedia y seguir adelante solitos. Nos sobran ejemplos tristes de las estructuras de liderazgo donde la autoridad se convierte en una armadura impenetrable en el tipo que está al mando. ¿Cuántas veces ese machismo santificado ha resultado ser una fachada frágil sobre una cáscara vacía? Necesitamos una red de relaciones íntimas a la que podamos recurrir cuando toque una tragedia en nuestra casa.
Nos irá mejor a todos cuando nosotros los pastores nos dejemos incluir en el rebaño… como una oveja herida más entre tantas.
Dos Advertencias
1. ¿Púlpito o Pastoreo?
Aquí está la pregunta que no nos atrevemos a hacer en voz alta. En las crisis, el redoblar nuestros esfuerzos en el púlpito poco ayudará—ni en nuestro interior ni con el rebaño. Aunque no se trata de elegir una sola opción, debemos considerar juiciosamente ambas facetas de nuestro ministerio.
El meollo del asunto:
Podemos ser buenos en el púlpito sin ser buenos pastores.
Podemos ser buenos pastores sin un púlpito.
Pero, si llegamos a ser buenos pastores, también seremos mejores predicadores.
Por tanto, si tengo que escoger entre pastoreo y púlpito, voy con el pastoreo. Sí, es el reto más desafiante. Requiere más de un título de teología pastoral. El corazón pastoral viene solamente del Buen Pastor, mediante la obra del Espíritu Santo. No es una vocación. Es un llamamiento. Sin él, vamos a hacer más daño que bien entre las ovejas del Señor.
Si nuestra propensión va a ser escondernos tras un ministerio de púlpito, estaremos defraudando a todos, incluso a nosotros mismos. Los ingredientes clave para la sanación, la recuperación y un pastoreo fructífero no se encuentran allí.
2. ¿Agobiados o Reposados?
Una mañana, fui a comprar a la tiendita de la esquina. Mientras me cobraba, la dueña me preguntó qué hacía yo en Cancun. Sin pensarlo, le contesté: «Soy pastor». Ella suspiró y dijo: «Ah, ¡qué tranquilidad!». Mi primer pensamiento fue informarle de cómo era mi vida en realidad. Me reí, pero luego lloré por dentro. Estaba equivocada, pero debería haber tenido la razón. Se equivocó al decir que mi vida era tranquila; tenía la razón sobre lo que debería haber sido.
La cultura americana nos programa a creer que si no estamos excediendo el límite de velocidad todo el tiempo, es porque somos perezosos. Pero, en el contexto de un pastoreo bíblico, el antónimo de ocupado no es perezoso… sino, es quieto. Es una quietud del alma—restauradora y refrescante—tanto para el pastor como para los pastoreados. Un autor lo dice así:
“El ocio es una cualidad del espíritu, no una cantidad de tiempo.”
Transición: La oveja dolida necesita más que un maestro de púlpito. El cuidado de una oveja requiere atención personal y madurez en el arte de la conversación espiritual.