MANSEDUMBRE
Pedro el privilegiado… pocas veces se le asigna ese título, pero sí, le viene bien.
“De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te vestías e ibas a donde querías; pero cuando ya seas viejo, extenderás tus manos y te vestirá otro, y te llevará a donde no quieras.» Jesús dijo esto, para dar a entender con qué muerte glorificaría a Dios. Y dicho esto, añadió: «Sígueme».” (San Juan 21:18-19 RVC)
Jesús, además de informarle de la manera horrible en que había de morir, se atrevió a decirle tranquilamente: «Sígueme.» Como diciendo… Yo morí por ti para salvarte. Tú morirás por mí para dejar ejemplo a los que te sigan.
Y, ¿qué hizo Pedro? ¡Le siguió a Jesús!
Nosotros los privilegiados…
Como para Pedro, para nosotros también: Las temporadas duras—incluso nuestra recta final—serán por asignación divina, ¿no? Cualquier muerte que nos toque, seguramente será también para la gloria de Dios. Dios espera que reconozcamos nuestra recta final como tal. Y, a pesar de todos nuestros porqués, resistencias y negociaciones, su respuesta para nosotros va a ser la misma que para Pedro: «Sígueme».
No buscamos una vida de sufrimiento y dolor. Pero, si llega a ser así, debemos humillarnos, darle las gracias a Dios, y pedirle una porción suficiente de su gracia. Para algunos, la muerte llega repentinamente… sin aviso. Para otros (como Linda y Carol) llega con previo aviso… hay tiempo para aceptar que el final se acerca. ¿Cómo puede ser glorificado Dios en nosotros hasta el momento de nuestra partida?
La máxima prueba de la mansedumbre…
¿Qué tal si nos damos cuenta del medio por el cual nuestros seres queridos han de glorificar a Dios en sus últimos pasos? En qué manera nos ayuda a cuidar mejor de ellos? Pues, es nuestro momento para demostrarles cuánto y cómo los hemos querido siempre. A nosotros que aun estamos llenos de vida se nos concede este espacio para devolverles algo de lo mucho que dieron de sí por nosotros. Más que obligación o compromiso, nos sentimos honrados de que se nos haya confiado ese papel.
De tal mansedumbre saldrá un fruto de olor fragante… menos frenéticos y más tranquilos… menos desesperados y más resignados… menos renuencia y más confianza… más palabras de confort espiritual y esperanza… más de todo lo que desearán los nuestros en su recta final. Tiempo juntos… cercanía física… abrazos… horas y más horas pegados a ellos… y, por supuesto, mucha oración.
Reflexión: Nunca sentí que pasara suficiente tiempo con Carol, y a pesar de que tenía mucha familia y amigos, ella nunca pensó que tuviera suficientes visitas. Sin embargo, tuve que equilibrar mi enfoque con una pregunta: ¿Qué pasa si esto no es un sprint hasta la meta, sino más bien un maratón? ¿Cómo le haré para cuidar mi propia salud para el tiempo necesario—aunque sea largo?
Buen tema para otra plática, ¿no?