Eterno peso de gloria…
“Esto, para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías: «Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.»” San Mateo 8:17 RVC
El sufrimiento físico forma parte íntegra de nuestra experiencia terrenal. Incluye el proceso de envejecimiento, debilitación y muerte. Todo se debe a la presencia del pecado en el mundo y en todo ser mortal.
Creer en Jesús no nos exenta del proceso. Tampoco sirve para evadir la muerte. Pero, nada indica que Dios nos haya abandonado o que se haya olvidado de nosotros.
Hay ministerios de sanación y exhortaciones a clamar con mucha fe las promesas de Dios ante los reveses en nuestra vida terrenal. Fallan a veces por ser demasiado antropocéntricos. Y a veces se pasan… como si nuestra mucha fe le sujetara a Dios a nuestros antojos… como si supiéramos—mejor que Dios—qué es lo mejor para nuestras vidas.
Y lo peor de todo: Terminan siendo ladrones de mayores bendiciones.
Mediante el sufrimiento, aprendemos a mirar más allá de lo que hoy hace doler, a distinguir entre lo importante y lo trivial, y a afianzarnos de la esperanza viva que al rato se cumplirá en nosotros. Lejos de descuidarnos, momento a momento, Dios está haciendo los arreglos—como de una pieza musical—para que tengamos una vida eterna indescriptiblemente maravillosa.
“Porque estos sufrimientos insignificantes y momentáneos producen en nosotros una gloria cada vez más excelsa y eterna.” 2 Corintios 4:17 RVC
En el cielo, no hay discapacitados ni enfermos. Para algunos creyentes, la simple ausencia de dolor será motivo suficiente de alegría y eterna adoración al Redentor.
Valdrá la pena la espera.