Edificando una iglesia…
“de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.” (Efesios 4:16 RVC)
IGLESIA es un regalo de la gracia. Jesús la estableció mientras andaba aquí en la tierra. Prometió estar con ella “hasta el fin del mundo.” (San Mateo 28:20 RVC) Es el medio por el cual recibimos nuestro crecimiento y entrenamiento. Es el incubador de nuestros esfuerzos colectivos para avanzar el reino de Dios en la tierra. Es el ambiente para fomentar confianza, transparencia, y contabilidad personal mutua. Y no se exenta nadie.
Avanzar el reino de Dios no significa enviar drones bomba o lanzar cohetes hipersónicos. El reino de Dios crece mediante el nacimiento de nuevo—de espíritu. Se destaca por su postura de reconciliación y su amor por todo el mundo—sobretodo por los muchos que aun no han sabido de Jesús. Nos esforzamos a no ponerle tropiezo a nadie en su búsqueda de Dios y una vida significativa.
La oportunidad de servir es otro regalo de nuestro Dios de gracia. ¿Cómo nos atreveremos a pensar que podemos servirle en algo? No somos dignos ni capaces. Cierto es que no tenemos nada que ofrecerle. Sin embargo, descubrimos en la Biblia que Dios nos rescata con el preciso fin de hacernos útiles en su reino. El suplirá todo lo que falte en nosotros.
“Fiel es el que os llama, el cual también lo hará.” 1 Tesalonicenses 5:24 (RVR1960)
Hoy en día, es difícil distinguir la esencia original de una iglesia del monstruo en que se ha convertido. Compara “iglesia” en los tiempos del Apóstol Pablo con lo que pasa por “iglesia” hoy.
Sabemos que la calidad de un hogar cristiano no tiene nada que ver con el espacio que ocupa. Es lo mismo para una iglesia. Su calidad depende de las relaciones fortalecidas y unidas entre sus miembros. Poco figura el espacio que ocupa para reunirse.
¿Cómo llegamos a ser una iglesia? ¿Cómo alcanzamos una madurez en nuestro funcionamiento? Encontramos unas respuestas en Efesios 4:16. Pablo menciona tres fenómenos que se dan simultáneamente:
"bien concertado y unido entre sí”… Somos llamados de diversas vidas anteriores y encargados con la tarea de someternos a Dios y los unos a los otros para un bien mayor; una convergencia tan íntima que lo que comienza como un manojo de individuos creyentes viene a ser un solo organismo.
“recibe su crecimiento”… Un cuerpo no puede crecer y mantenerse saludable alimentándose de sí mismo todo el tiempo. Cobra fuerza al estar buscando ovejas nuevas que el rebaño abrace y ayude a incorporarse como una parte funcional del todo.
Una iglesia saludable es prueba del trabajo de la gracia de Dios. Valen la pena nuestro sudor y nuestras lágrimas para ver que continúe. La próxima vez que digas, "ya no lo soporto más", mira el espejo y dile lo mismo a tu propio yo engreído. La causa de Dios es mayor que nuestro orgullo ofendido.
"según la actividad propia de cada miembro”… Cada miembro es activo. Cada miembro tiene algo que puede aportar para el bien de todos. Hacer discípulos es el privilegio gozoso de todos. Diezmar—si lo hicieran todos—bendeciría toda la iglesia. Con un par de preguntas, descubrirías a otra oveja de tu rebaño que se siente tan solo—o más solo—que tú. Escuchemos… abracemos… apapachemos.
Seamos como Los Tres Mosquiteros: ¡Uno para todos, todos para uno!